¡¿Quién diría que recibirías tanto odio solo por el color de tu piel!?
El 21 de octubre de 1970, en un hospital de la ciudad de Panamá, comenzó una historia que trascendería el tiempo y el espacio. A las diez de la noche, nació una niña de cabellos oscuros y piel canela. Su madre era una mujer blanca caucásica, y su padre, un hombre haitiano de piel negra.
La noche del parto fue difícil para la señora. Lloró durante horas debido al intenso dolor. Finalmente, al dar a luz, miró a la niña con sorpresa y exclamó: “¡Negra, y todo el dolor que me causaste para ser negra!”. La señora parecía ignorar que, debido a la genética del padre, era probable que la bebé tuviera piel oscura. Así comenzó la historia de Ibeth.
Con el tiempo, cuando Ibeth era una joven, los otros niños la llamaban "negra", a pesar de que su piel no era realmente oscura. Para ella, esto era un insulto y comenzó a acomplejarse, incluso sintiendo desprecio por sí misma. Además, heredó de su padre una propensión al acné, lo que se convirtió en otro motivo de burla.
A lo largo de su infancia, enfrentó términos despectivos y, en la adolescencia, sufrió insultos y amenazas por parte de personas crueles y prejuiciosas que la acusaban de querer robarles solo por su color de piel. La peor parte le tocó en la adultez.
Ibeth recuerda que en su juventud tuvo una pareja de piel blanca, pero cuando el padre de él regresó de Estados Unidos y vio a su hijo con una mujer de piel negra, se lo llevó de Panamá, y la relación terminó. A lo largo del tiempo, también tuvo dificultades para encontrar pareja y concebir un hijo, pues sentía que los hombres no querían estar con ella debido a su tono de piel.
Sin embargo, alcanzó su mayor sueño: quedar embarazada. Tuvo una hija con un hombre blanco, y para ella, fue un alivio que su hija no tuviera que enfrentar las mismas burlas y discriminaciones que ella vivió. No obstante, la familia y amigos se burlaban de Ibeth, sugiriendo que había "robado" a esa niña.
En el ámbito laboral, Ibeth enfrentó obstáculos, ya que no pudo completar sus estudios en periodismo. Experimentó momentos desalentadores al no ser aceptada en los trabajos, sintiendo que era víctima de discriminación. Después de investigar, solicitó un puesto como asistente de llamadas, donde permaneció durante once años. “Nunca me ascendieron, pues decían que una mujer negra no podía ser gerente”, recuerda.
En lugar de rendirse, redobló sus esfuerzos y encontró un nuevo empleo en una organización comprometida con la diversidad y la inclusión. Gracias a su arduo trabajo y dedicación, ascendió y se convirtió en un modelo a seguir para otros empleados.
La historia de Ibeth demuestra que, a pesar de las adversidades, la determinación puede transformar la realidad y llevarnos a ser mejores personas.
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