Mi tía Inés Quiroz González nació el 21 de enero de 1973 en Caldera, distrito de Boquete, provincia de Chiriquí, en una familia de escasos recursos. Es una mujer luchadora, madre, maestra y migrante que ha enfrentado numerosos obstáculos a lo largo de su vida.
Siendo la tercera de tres hijos, Inés estudió en la Escuela Primaria de Caldera, donde enfrentó dificultades como burlas de sus compañeros y la falta de materiales escolares. A pesar de estas adversidades, perseveró y superó los retos, migrando varias veces en busca de mejores oportunidades.
La migración en Panamá, impulsada por la falta de empleo en el interior del país, llevó a muchas personas a trasladarse a la ciudad capital o a distritos cercanos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo de Panamá (INEC), la tasa de migración interna en el período 2010-2015 fue del 2,5%.
En 1987, Inés se mudó con su familia al distrito de Boquete, donde vivieron en condiciones precarias. Estudió en el Colegio Benigno Tomás Argote hasta 1991, obteniendo el Bachiller en Ciencias. Un año después, trabajó en una finca ganadera en Costa Rica durante cuatro años, y se tituló como Técnico Especialista en Negocios.
En 1995, regresó a Boquete, pero la falta de universidades en el distrito le dificultó continuar sus estudios superiores. Decidió mudarse a la ciudad de Panamá para vivir con su hermana en el área norte de la capital y se inscribió en la Universidad de Panamá.
Al año siguiente, Inés ingresó a la facultad de Educación y completó la carrera de Profesorado en Educación Primaria en 2002. Luego, consiguió un nombramiento permanente en la provincia de Darién, trabajando en las comunidades de Darién, Garachiné, Taimati y Sambú. Nueve años después, regresó a su provincia natal, donde se casó y tuvo dos hijos, Cristina Lorena e Isaac Jacobo Ortiz Quiroz. Tras su divorcio, se mudó de nuevo a la ciudad de Panamá, trabajando cerca del lago Alajuela, en la comunidad de Quebrada Ancha.
El parto de su segundo hijo, Isaac, fue complicado, ya que el bebé ingirió líquido amniótico y requirió hospitalización con oxígeno durante once días en el área de Neonatología del Hospital San Miguel Arcángel. Durante los siguientes tres meses, Isaac tuvo un control médico regular. Al evaluar su desarrollo a los nueve meses, observaron que no hablaba, no caminaba y no se sentaba. A los 18 meses, dio sus primeros pasos, pero el lenguaje aún no se desarrollaba.
Inés consultó a un especialista y a los tres años se le diagnosticó autismo y desarrollo no generalizado de conducta. La noticia fue difícil para la madre, quien enfrentó el desafío de asistir a terapias en un área de difícil acceso sin el apoyo del padre. A pesar de las dificultades, Inés investigó y trabajó arduamente para que su hijo pudiera hablar después de siete años de terapia.
Isaac era un niño tranquilo con dificultades para socializar y sensibilidad a los ruidos fuertes. En la educación primaria, enfrentó muchas dificultades debido a la falta de atención adecuada en el sistema educativo. Inés sufrió mucho estrés tratando de asegurar una educación de calidad para su hijo, realizando visitas regulares al Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE) y a otras instituciones educativas para garantizar las adecuaciones curriculares necesarias.
Inés también se instruyó en diversos métodos de enseñanza para apoyar el aprendizaje de Isaac en casa. Después de años de esfuerzo, logró que el chico cursara el séptimo grado en el colegio Jerónimo de la Ossa, donde ha mostrado un buen desempeño social y académico. Actualmente, Inés vive en el distrito de San Miguelito, con el objetivo de proporcionar una vida estable para sus hijos. Aunque cambiar de residencia frecuentemente afectó su vida social, está decidida a evitar que sus hijos vivan experiencias similares. "Me considero una mujer muy fuerte, ya que no cualquiera se atreve a enfrentar tantas dificultades", destaca Inés.
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